miércoles, 24 de febrero de 2016

¿Qué relación hay entre Emociones, Cuerpo y Salud?


Basado en el libro "La Venganza del Inconsciente" de Nelson Torres Jimenez

Independientemente de cuál sea el origen, todas las emociones se producen dentro de un único escenario: el cuerpo. En él se manifiestan y a través de él pueden expresarse o permanecer dentro de los territorios del inconsciente y dejar indicios de su presencia.

En toda experiencia emocional podemos distinguir dos principios definidos claramente: la naturaleza de la emoción y la magnitud de la vivencia. El primero nos ayuda a distinguir qué tipo de emoción sentimos, mientras que el segundo tiene que ver con la dimensión que ha alcanzado la emoción. Si bien es cierto que mientras estamos inmersos en el proceso inicial de la emoción resulta prácticamente imposible calificar estos dos principios, cuando empezamos a procesarla este análisis resulta imprescindible para valorar con objetividad la situación y, sobre todo, comprender nuestras reacciones. Es una manera de aprender a observarnos y a conocernos, sin dejar a un lado nuestro cuerpo, ya que gracias a él sentimos y vivimos todos los procesos emocionales.

Preguntarnos ¿qué he sentido?, ¿cómo lo he experimentado?, ¿cómo ha cambiado mi voz?, ¿cómo me he expresado?, ¿he sentido palpitaciones o presión en el pecho?, ¿he percibido calor o frío?, ¿he tenido temblores, náuseas, mareos? Responder a preguntas de esta índole es el inicio de un reconocimiento de la situación a través de nuestra conciencia corporal.
También hemos de considerar cuál fue el origen de la situación, cómo respondimos verbalmente, si hemos dicho verdaderamente lo que pensábamos, si hemos sido capaces de escuchar, si hemos perdido el respeto, si hemos sido coherentes, si hemos sido capaces de expresar los sentimientos con sinceridad... Así llegaremos a una justa valoración de nuestras respuestas positivas y negativas, lo cual nos servirá para afrontar otras experiencias y evitar repetir las actitudes o reacciones inadecuadas, las que no nos han favorecido. 

Las emociones nos hablan con un lenguaje complejo y sensible, y escucharlas es escucharnos a nosotros mismos. Si no acertamos en la valoración de nuestras experiencias emocionales, podemos situarnos en una posición de riesgo, que nos lleve a repetir actitudes erróneas, adoptar estados de ánimo permanentes o entrar en una espiral desconcertante que afectará nuestra salud.

Una vez pasado el vendaval emocional. Conservamos una impresión cenestésica de la experiencia. Tal vez distinta en intensidad. Pero las alteraciones orgánicas persisten, junto a un estado alterado de nuestra conciencia. Puede que el tiempo que necesitemos para recuperar el equilibrio, procesar la experiencia y volver a la normalidad esté directamente relacionado con la intensidad de la experiencia emocional. Pero también entran en juego otros factores: nuestra vulnerabilidad, la capacidad de exteriorizar y de reflexionar, los significados personales y, en determinadas circunstancias, incluso la manera en que recibimos el juicio que hagan los demás.

Independientemente de su intensidad, toda vivencia emocional contiene de manera intrínseca una relación somática. Debido a que las emociones se viven en el cuerpo, la somatización de las emociones puede alcanzar una gama extensa de manifestaciones para satisfacer las necesidades del individuo. Que están relacionadas, en su mayoría, con pautas procedentes del entorno social y del cultural.

Cuando las emociones se reprimen el cuerpo se revela contra sí mismo; activa entonces señales de alarma para llamar nuestra atención e intentar liberarse de los obstáculos internos que desequilibran su bienestar. Si no atendemos estas señales de alarma, si hacemos “oídos sordos” a las voces del cuerpo, nos arriesgamos a perder la salud y el equilibrio esencial de nuestra naturaleza orgánica.

En las últimas décadas se ha investigado los enlaces fisiológicos que determinan la relación entre los procesos emocionales y la pérdida o recuperación de la salud. Gracias a estas investigaciones se ha descubierto conexiones anatómicas y fisiológicas que vinculan al sistema neuroendocrino con el sistema inmunitario, responsable de la resistencia a múltiples enfermedades. Quedaría establecida así una relación entre ciertas respuestas inmunitarias deficientes y algunos procesos emocionales, del mismo modo que es posible establecer que determinadas emociones y actitudes positivas despiertan procesos de autocuración en el organismo.

Mantener una buena salud emocional es responsabilidad de cada uno de nosotros. Nuestro equilibrio requiere atención, voluntad y participación consciente; debemos conocer y familiarizarnos con los recursos que nos ayudan a experimentar una vida emocionalmente sana.

Extraído del libro “Vive tus Emociones” de Juan José Plasencia. Capítulo 5. Editorial Urano. 2006

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